Aprender
a conocer y aprender a hacer es, en gran medida, indisociables. Pero lo segundo
está más estrechamente vinculado a la cuestión de la forma profesional: ¿cómo
enseñar al alumno a poner en práctica sus conocimientos y, al mismo tiempo,
cómo adaptar la enseñanza al futuro mercado del trabajo, cuya evolución no es
totalmente previsible? La comisión procurará responder en particular a esta
última interrogante.
Al
respecto, corresponde establecer una diferencia entre las economías industriales,
en las que predomina el trabajo asalariado, y las demás, en las que subsiste
todavía de manera generalizada el trabajo independiente o ajeno al sector estructurado
de la economía. En las sociedades basadas en el salario que se han desarrollado
a lo largo del siglo XX conforme al modelo industrial, la sustitución del
trabajo humano por maquinas convierte a aquel en algo cada vez más inmaterial y
acentúa el carácter conflictivo de las tareas, incluso la industria, así como
la importancia de los servicios en la actividad económica. Por lo demás, el
futuro de esas economías está suspendido a su capacidad de transformar el progreso
de los conocimientos e innovaciones generadoras de nuevos empleos y empresas. Así
pues, ya no puede darse a la expresión “aprender a hacer” el significado simple
que tenía cuando se trataba de preparar a alguien para una tarea material bien
definida, para que participase en la fabricación de algo. Los aprendizajes
deben, así pues, evolucionar y ya no pueden considerarse mera transmisión de prácticas
más o menos rutinarias, aunque estos conserven un valor formativo que no
debemos desestimar.
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